Cuidar bien cualquier cosa, un coche por ejemplo, ayuda a que funcione mejor y que dure más tiempo. ¿Por qué iba a ser diferente con las personas? No creo equivocarme mucho si digo que esto es una verdad conocida y elemental, pero no asumida. Todos sabemos que si nos tratamos bien nos encontramos mejor, pero a menudo no lo hacemos porque nuestro cuidado queda supeditado al hecho de sobrevivir; supeditado a medios, que como el trabajo, acaban convirtiéndose en finalidades por si mismos, ocupando todo el tiempo del que disponemos.

Dueños de nuestro futuro
Es importante entender, tanto a nivel preventivo como curativo, el lugar que ocupamos en el mantenimiento de nuestra salud.
Acostumbrados a delegar en la medicina, y en concreto en el remedio o medicamento, la solución a nuestros males, nos cuesta aceptar nuestra responsabilidad en este terreno. Es imprescindible recuperar la conciencia de que la salud es el resultado de nuestra actitud diaria, de como nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno, de nuestra capacidad de vivir con ilusión y creatividad.
Esta idea de que la salud depende de nosotros, que puede parecer una carga, no es más que una liberación, puesto que traslada la enfermedad del plano de lo casual, de lo mágico, de lo que sucede ajeno a nuestra voluntad, al plano de lo razonable, de lo cotidiano, en el que podemos influir. De este modo pasamos a tener el completo protagonismo de nuestro futuro. La función del médico, tal como hace el médico naturista, es la de ayudarnos a descubrir nuestros propios errores y aconsejarnos nuevas propuestas vitales.
Sin embargo, esta realidad no es asumida fácilmente, puesto que implica cambios en nuestros hábitos y muchas veces en nuestra forma de ver las cosas. Parece que necesitamos padecer una grave enfermedad para reconvertir nuestro esquema de valores y pasar a la acción, cuando lo razonable sería hacerlo antes de que lleguen los problemas. Así actuamos, así estamos.

El poder de la mente
Cada vez es más evidente que nuestros sentimientos y pensamientos influyen en nuestro estado de salud.
Explicar el mecanismo por el que una sensación, una emoción o una ilusión repercute en nuestro organismo no es sencillo, aunque se puede intentar simplificar para una comprensión mayor.
La vida orgánica se renueva a cada instante. Las células y tejidos se incorporan y eliminan de forma continua de modo que, a pesar de mantener su forma, sus componentes no permanecen estables. Conseguir este equilibrio, teniendo en cuenta que el individuo no está aislado y recibe constantemente estímulos del exterior, es una labor difícil. El sistema nervioso central es el responsable de coordinar esta tarea. Para ello recoge la información de los distintos puntos del cuerpo y, a través del eje hipotálamo hipofisario, regula la secreción de las glándulas endocrinas que segregan las hormonas encargadas de poner en marcha los mecanismos de autorregulación, también llamados de homeostasis. Las hormonas viajan por todo el cuerpo llevando mensajes de actuación hasta cada célula.
Son las órdenes que parten de la corteza cerebral las que hacen, por ejemplo, que las células inmunitarias se produzcan en mayor cantidad o que el nivel sanguíneo de las famosas endorfinas aumente.
Cómo una energía mental o emocional estimula nuestro cerebro no está claro, pero lo que sí es evidente es que lo hace. Cada pensamiento, cada sentimiento, se transforma en un mensaje para nuestro cuerpo. Un disgusto se convierte en un decaimiento físico. Una alegría despierta la vitalidad. Este es el principio de la psico-neuro-inmunología.

La realidad no existe
Para transformar situaciones negativas en pensamientos más positivos podemos contar con la ayuda de la escuela psicológica del constructivismo, que dice que la realidad no existe, que nos la creamos nosotros mismos. Un ejemplo para entender esta afirmación es el de la persona que entra en un bar. Si el que entra es un bebedor no ve más que las botellas de licor; si el que llega es un ludópata no ve más que las máquinas de juego; si el recién llegado es un “ligón” su atención se centra en las chicas que están en el local; etc. …Todos ellos acuden al mismo bar pero cada uno ve una realidad distinta. Pues así ocurre constantemente: junto a la realidad que vemos, existen otras muchas que ignoramos.
Esta idea nos puede ser muy útil cuando estamos ante una circunstancia que nos afecta negativamente, ya que nos permite encontrar otras visiones más positivas de la misma situación.al-dia-salud-uno

Pequeños detalles
Distribuir racionalmente el tiempo, priorizar los esfuerzos, practicar periódicamente un ejercicio agradable (correr, pasear…), relacionarse con los demás, aprender a compartir, a renunciar y a tener una visión positiva de las situaciones, disfrutar de la naturaleza, marcarse pequeños objetivos e ilusiones que estén al alcance de nuestras posibilidades, es tratarse bien.
Parece increíble, pero a veces pequeños detalles pueden producir grandes satisfacciones. Salir después de una intensa y dura jornada laboral a la terraza o al jardín de casa, a contemplar las estrellas o a respirar el aire fresco de la noche, sintiendo el pulso de la vida a nuestro alrededor, puede ser un gozoso estímulo reparador.
Y así, poco a poco, enriqueciéndonos progresivamente con nuevas y positivas experiencias, mientras nuestro sistema inmunitario y nuestro cuerpo se refuerza, podemos ir encontrando sentido a la vida.

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Es imprescindible recuperar la conciencia de que la salud es el resultado de nuestra actividad diaria, de cómo nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno, y de nuestra capacidad de vivir con ilusión y creatividad.
La salud está fundamentalmente en nuestras manos y en la capacidad que tenemos para afrontar positivamente los problemas que se nos presentan. No hemos de esperar a tener una enfermedad grave para introducir cambios saludables en nuestros hábitos. Hemos de incorporar de forma progresiva en nuestros actos diarios aquellos pequeños detalles que nos ayuden a tratarnos mejor.

Pedro Ródenas, Médico Naturista

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