La Alhambra es una ciudad palatina andalusí situada en Granada, España. Formada por un conjunto de palacios, jardines y fortaleza ( alcázar) que albergaba una verdadera ciudadela dentro de la propia ciudad de Granada, que servía como alojamiento al monarca y a la corte del Reino nazarí. Su verdadero atractivo, no sólo radica en los interiores, cuya decoración está entre las cumbres del arte andalusí, sino también en su localización y adaptación, generando un paisaje nuevo pero totalmente integrado con la naturaleza preexistente.
La Alhambra, denominada así por sus muros de color rojizo («qa’lat al-Hamra’», Castillo Rojo), está situada en lo alto de la colina de al-Sabika, en el margen izquierdo del río Darro, al este de la ciudad, frente a los barrios del Albaicín y de la Alcazaba.
Los árabes respetaron las ciudades y vías romanas ampliándolas y añadiéndole nuevas fundaciones. En el siglo IX existen noticias de construcciones en la colina de la Sabika, donde posteriormente se levantará la Alhambra; tras la guerra civil que sucedió al Califato de Córdoba (1031), la capital de la hasta entonces provincia granadina, se traslada de Elvira a Granada, con el Reino de Taifa granadino de los Ziríes.
A sus faldas existía un núcleo de población importante, fundamentalmente judía, en torno al cual se produce el desarrollo de la ciudad de Granada. El primer ministro Samuel ibn Nagrella, reconstruye las abandonadas edificaciones de la colina de la Sabika e instala en ella su Palacio.
A pesar de la incorporación del castillo de la Alhambra al recinto amurallado de la ciudad en el siglo XI, lo que la convirtió en una fortaleza militar desde la que se dominaba toda la ciudad, no sería hasta el siglo XIII con la llegada del primer monarca nazarí, Mohamed ben Al-Hamar (Mohamed I, 1238-1273) cuando se fijaría la residencia real en La Alhambra. Este hecho marcó el inicio de su época de mayor esplendor.
En el siglo XII, las sucesivas oleadas de Almorávides y Almohades, ocasionan en Granada diversas luchas que tienen como escenario la Alcazaba del Albaicín y las construcciones que existían en la colina de la Sabika, sirviendo ésta de refugio unas veces a los partidarios locales andalusíes y otras a los invasores norte africanos.
Al-Ahmar, fundador de la Dinastía nazarí, se instala en 1238 en la Antigua Alcazaba del Albaicín, llamándole la atención las ruinas de la colina de la Alhambra. Decide así iniciar su reconstrucción e instalar en ella la sede de la corte, comenzando la edificación de la Alhambra que hoy conocemos.
La Alhambra fue palacio, ciudadela y fortaleza, residencia de los sultanes nazaríes y de los altos funcionarios, servidores de la corte y de soldados de élite; alcanza su esplendor en la segunda mitad del siglo XIV, coincidiendo con los sultanatos de Yusuf I (1333-1354) y el segundo reinado de Muhammad V (1362-1391).
A Yúsuf I (1333-1353) y Mohamed V (1353-1391) les debemos la inmensa mayoría de las construcciones de la Alhambra que han llegado a nuestra época. Desde la reforma de la Alcazaba y los palacios, pasando por la ampliación del recinto amurallado, la Puerta de la Justícia, la ampliación de las torres y
decoración de dormitorios, construcción de los Baños y el Cuarto de Comares, la Sala de la Barca, hasta el Patio de los Leones y sus dependencias anexas. De los reyes nazaríes posteriores no se conserva prácticamente nada.
Granada, capital del reino nazarí, va recibiendo paulatinamente poblaciones musulmanas a causa del avance de la conquista cristiana. La ciudad va creciendo, modificándose, creando nuevos barrios y ampliando las cercas y murallas prácticamente hasta su conquista al final del siglo XV.
Después de 1492, la Alhambra quedó establecida como Casa Real con jurisdicción exenta a cargo del Conde de Tendilla. El 2 de enero de 1492 Boabdil entrega la Alhambra y su reino a los Reyes Católicos, acto con el que terminan también ocho siglos de dominio árabe en la Península Ibérica.
A partir de este momento se emprende la adaptación del palacio para los reyes cristianos. Los Reyes Católicos ordenaron intensas reparaciones sirviéndose en gran medida de artesanos moriscos.
El Emperador Carlos V decide, en 1526, la construcción del palacio que lleva su nombre, junto a otras construcciones muy significativas de gusto renacentista romano. La casa de Austria continuó desde Felipe II (1556-1598) y sus sucesores al cargo de la conservación de la Alhambra, admirada por humanistas y artistas.
En las primeras décadas del siglo XVIII, Felipe V (1700-1746) desposee de la alcaldía al Marqués de Mondéjar, heredero del Conde de Tendilla, comenzando una etapa de abandono prácticamente hasta el reinado de Carlos IV (1788-1808).
La ocupación napoleónica supuso un episodio negativo para la Alhambra; durante la dominación francesa fue volada parte de la fortaleza y hasta el siglo XIX no comenzó su reparación, restauración y conservación que se mantiene hasta la actualidad. Sólo el arrojo de un soldado español pudo evitar casi su total destrucción.
A una etapa de reivindicaciones acerca del estado del monumento, secundadas activamente por Washington Irving (1783-1859) se suma un creciente interés de la sociedad por los jardines de la Alhambra y el orientalismo que evoca en el imaginario romántico, muy bien reflejado en las artes plásticas del momento.
Con la revolución de 1868 la Alhambra queda desligada de la Corona y pasa al dominio del Estado, declarándose en 1870 “monumento nacional”.
Con la entrada del siglo XX, el cuidado de la Alhambra se confía a una Comisión (1905), sustituida en 1913 por un Patronato que en 1915 pasa a depender de la Dirección General de Bellas Artes. En 1944 se crea un nuevo Patronato que se mantiene hasta el traspaso a la Comunidad Autónoma de Andalucía de las funciones y servicios del Estado en materia de cultura.
Alcazaba
Esta es la parte más antigua de la Alhambra, reconstruida sobre las ruinas de un castillo del siglo IX. Las torres más sólidas son las del Homenaje situada al sur y la de Quebrada en el ángulo noroeste. La que tiene un interior más elaborado es la Torre de las Armas. Sin embargo, todas ellas quedan superadas por la impresionante Torre de la Vela. Su campana suena en ocasiones festivas impulsada por muchachas jóvenes, que según la superstición, esperan así no quedarse solteras. Esta es la torre más alta de todo el recinto amurallado, y el paisaje que desde aquí se observa se abarca un amplio horizonte.
A la entrada de la Alcazaba están los agradables Jardines de los Adarves, también llamados Jardines de los Poetas. Desde sus almenas se divisan las torres de la colina de enfrente. Son las Torres Bermejas, el «castillo de gran valor» al que se alude en algunas baladas. Algunas composiciones musicales de Albéniz o Joaquín Rodrigo evocan su nombre.
La Casa Real
Es un grupo de pequeños palacetes con una serie de estructuras que les rodean que nacieron de una necesidad puramente transitoria y ornamental. Desde el siglo XVI, a estos alcázares nazaritas se les ha designado como Casa Real Vieja para distinguirlos de los edificios cristianos.
La Alhambra contiene las tres estancias típicas de un Palacio Musulmán, incluyendo un salón de recepciones y el Patio de los Leones. Este espectacular patio es obra de Mohammed V y nos muestra lo mejor del Arte Islámico en todo su esplendor.
El Patio de los Leones se caracteriza por su hermosa originalidad, una mezcla armoniosa de arte oriental y occidental. Sus 124 palmeras rodean la fuente que reposa sobre la espalda de sus 12 leones. El agua es aquí el gran protagonista, rebosando por la fuente hasta la boca de los leones, desde donde se distribuye por toda la estancia.
Cuatro grandes vestíbulos rodean la estancia. El primero entrando por el patio de los Mártires es la Sala de los Mozárabes, cuyo nombre probablemente derive de los tres arcos que forman la entrada al Sala de los Leones.
Al Sur está la Sala de los Abencerrajes, famosa en leyendas por su ornamentación de lazos. En la parte este está la Sala de los Reyes, la cual es bastante singular en su diseño y recuerda a un escenario teatral, dividida en tres secciones, separadas por arcos dobles mozárabes.
Al Norte está la Sala de Dos Hermanas, llamada así por las dos grandes piezas de mármol que flanquean la fuente. El vestíbulo contiguo es la Sala de los Ajimeces, con dos balcones con vistas al Jardín de Daraxa. Entre estos dos balcones está el Mirador de Daraxa, dormitorio y vestidor de la Sultana y un sitio muy apacible y resguardado.
Por el último vestíbulo accedemos al Peinador de la Reina, también llamado el Tocador. Fue diseñado para ser la residencia de la Emperatriz Isabel y más tarde de Isabel de Parma. Aquí encontramos algunos frescos conmemorando la expedición de Carlos V a La Goleta. Dentro del recinto de la Alhambra también encontramos edificios que son exclusivamente occidentales, con los Jardines de los Mártires donde antaño hubo un Monasterio de las Carmelitas Descalzas.
La Iglesia de Santa María se erige donde una vez estuvo la mezquita real. El Monasterio de San Francisco, que hoy es un Parador, se construyó sobre un palacio árabe, y tiene un valor sentimental, ya que estuvo la tumba temporal de los Reyes Católicos hasta su traslado a la Capilla Real. El Palacio de Carlos V o Casa Real Nueva fue comisionado por el Emperador en un intento de emular el Palacio de los derrotados musulmanes además de servir como su propia residencia. Tiene forma cuadrada y se compone de dos partes: la primera de estilo Toscano y la segunda con pilares Jónicos.
Generalife de Granada
La palabra ‘Generalife’ ha sido traducida como «jardín del Paraíso» o «jardín festivo».
Después de la conquista de Granada, los Reyes Católicos cedieron la propiedad del Generalife a la familia Venegas de Granada. La avenida conduce al Patio de la Acequia, que es el sitio más popular y el verdadero corazón del palacio. En la parte oeste hay una galería con 18 arcos. El pórtico del norte se llama el Mirador y tiene cinco arcos en la parte delantera y tres más detrás hechos en mármol. A través del pórtico norte desembocamos en el Patio de los Cipreses, que tiene un estanque en el centro.
Una escalera de piedra nos lleva hasta los Jardines Superiores, que en su día fueron plantados con olivos y actualmente se ha convertido en una explanada con jardines bellos y modernos. Aquí encontramos unos bellos saltos de agua; siguiendo la escalera llegamos a un edificio moderno y aséptico de varios pisos. En la parte más alejada es donde se encuentra el gran escenario donde se celebra el Festival Anual de Música y Danza.
Poemas epigráficos en la Alhambra
Los muros de la Alhambra está llenos de decoración caligráfica,
escrituras cursivas y cúficas en las que no sólo podemos leer «sólo Dios es vencedor» (frase que se le adjudica a Alhamar, fundador de la dinastía nazarí), sino poemas realizados por tres poetas de la Corte de Granada, Ibn al-Yayyab (1274-1349), Ibn al-Jatib (1313-1375) e Ibn Zamrak (1333-1393), que fueron secretarios de la cancillería real y primeros ministros. De entre ellos Ibn Zamrak es considerado como el más brillante de los poetas de la Alhambra.
Como muestra, presentamos algunos de los poemas que podemos encontrar en los muros de la fortaleza:
Poema de la taza de los leones
«Bendito sea Aquél que otorgó al imán Mohamed
las bellas ideas para engalanar sus mansiones.
Pues, ¿acaso no hay en este jardín maravillas
que Dios ha hecho incomparables en su hermosura,
y una escultura de perlas de transparente claridad,
cuyos bordes se decoran con orla de aljófar?
Plata fundida corre entre las perlas,
a las que semeja belleza alba y pura.
En apariencia, agua y mármol parecen confundirse,
sin que sepamos cuál de ambos se desliza.
¿No ves cómo el agua se derrama en la taza,
pero sus caños la esconden enseguida?
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
¿No es, en realidad, cual blanca nube
que vierte en los leones sus acequias
y parece la mano del califa, que, de mañana,
prodiga a los leones de la guerra sus favores?
Quien contempla los leones en actitud amenazante,
(sabe que) sólo el respeto (al Emir) contiene su enojo.
¡Oh descendiente de los Ansares, y no por línea indirecta,
herencia de nobleza, que a los fatuos desestima:
Que la paz de Dios sea contigo y pervivas incólume
renovando tus festines y afligiendo a tus enemigos!»
Poema del arco de entrada al mirador de Daraxa
Cada una de las artes me ha enriquecido con su especial belleza y dotado de su esplendor y perfecciones.
Aquel que me ve juzgue por mi hermosura de la esposa que se dirige a este vaso y le pide sus favores.
Cuando el que me mira contempla atentamente mi hermosura se engaña la mirada de sus ojos con una apariencia.
Pues al mirar a mi espléndido fondo cree que la luna llena tiene aquí fija su morada habiendo abandonado sus mansiones por las mías.
No estoy sola, pues desde aquí contemplo un jardín admirable.
No vieron los ojos cosa semejante a él.
Este es el palacio de cristal;
sin embargo, ha habido quien al verlo le ha juzgado un océano proceloso y conmovido.
Todo esto lo construyó el Imán Ibn Nasr;
sea Dios guardián para los demás reyes de su grandeza.
Sus ascendientes en la antigüedad alcanzaron mayor elevación
pues ellos hospedaron al Profeta y sus deudos.
Poema de la fuente del jardín de Daraxa
«Yo soy un orbe de agua que se muestra a las criaturas diáfano y transparente
una gran Océano cuyas riberas son labores selectas de mármol escogido
y cuyas aguas, en forma de perlas, corren sobre un inmenso hielo primorosamente labrado.
Me llega a inundar el agua, pero yo, de tiempo en tiempo,
voy desprendiéndome del transparente velo con que me cubre.
Entonces yo y aquella parte del agua que se desprende desde los bordes de la fuente,
aparecemos como un trozo de hielo, del cual parte se liquida y parte no se liquida.
Pero, cuando mana con mucha abundancia, somos sólo comparables a un cielo tachonado de estrellas.
Yo también soy una concha y la reunión de las perlas son las gotas,
semejantes a las joyas de la diestra mano que un artífice colocó
en la corona de Ibn Nasr del que, con solicitud, prodigó para mí los tesoros de su erario.
Viva con doble felicidad que hasta el día el solicito varón de la estirpe de Galib,
de los hijos de la prosperidad, de los venturosos,
estrellas resplandecientes de la bondad, mansión deliciosa de la nobleza.
De los hijos de la cabila de los Jazray, de aquellos que proclamaron la verdad y ampararon al Profeta.
El ha sido nuevo Sa’d que, con sus amonestaciones, ha disipado y convertido en luz todas las tinieblas
y constituyendo a las comarcas en una paz estable ha hecho prosperar a sus vasallos.
Puso la elevación del trono en garantía de seguridad a la religión y a los creyentes.
Y a mí me ha concedido el más alto grado de belleza, causando mi forma admiración a los sabios.
Pues nunca se ha visto cosa mayor que yo, en Oriente ni en Occidente
ni en ningún tiempo alcanzó cosa semejante a mí,
rey alguno, en el extranjero ni en la Arabia.»
Alhambra
de Jorge Luis Borges
Grata la voz del agua
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un Dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.
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