Descartes, filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, así como uno de los nombres más destacados de la revolución científica. Descartes aspira a «establecer algo firme y durable en las ciencias».
René Descartes nació en 1596 y vivió una vida errante por Europa. Desde muy joven había nutrido una fuerte esperanza de conseguir conocimientos seguros sobre la naturaleza de los hombres y del universo.
Tras extensos estudios, Descartes llegó a la conclusión de que los conocimientos que se habían heredado de la Edad Media no eran necesariamente de fiar. Descartes decidió empezar a viajar por Europa, de la misma manera que Sócrates empleó su vida en conversar con las gentes de Atenas. Descartes nos cuenta que a partir de entonces sólo buscaría aquella ciencia que pueda encontrar en él mismo o en el «gran libro del mundo». Se adhirió por tanto al servicio de la guerra, que le llevó a varios lugares de Centroeuropa. Más adelante vivió unos años en París, pero en 1629 se fue a Holanda, donde vivió casi 20 años trabajando en sus tratados filosóficos. En 1649 fue invitado a Suecia por la reina Cristina. Pero la estancia en ese lugar que él denominó la «tierra de los osos , del hielo y las rocas», le provocó una pulmonía, y Descartes murió en el invierno de 1650, con 54 años.
Fue Descartes quien fundó la filosofía de los tiempos modernos. Tras el redescubrimiento del renacimiento del ser humano y de la naturaleza, surgió de nuevo una necesidad de recoger las ideas de la época en un sistema filosófico consistente.
Ante todo, le interesaba averiguar lo que podemos saber ,es decir, aclarar la cuestión de la «certeza de nuestro conocimiento» . La otra gran cuestión que le preocupó fue la «relación entre el alma y el cuerpo». Estos dos planteamientos caracterizarían el debate filosófico durante los siguientes ciento cincuenta años.
Precisamente en la época de Descartes la nueva ciencia había desarrollado un método que proporcionaría una descripción totalmente segura y exacta de los procesos de la naturaleza. Descartes tuvo que preguntarse si no habría también un método seguro y exacto para la reflexión filosófica.
La nueva física había planteado la cuestión sobre la naturaleza de la materia, es decir, sobre qué es lo que decide los procesos físicos de la naturaleza. Cada vez más se defendía una interpretación mecánica de la naturaleza. Pero cuanto más mecánicamente se conceptuaba el mundo físico, tanto más imperiosa se volvía la cuestión sobre la relación entre el alma y el cuerpo. Antes del siglo XVII era habitual considerar el alma como una especie de «respiración vital» que fluye por todos los seres vivos. El significado original de las palabras «alma» y «espíritu» es, de hecho, «aliento vital» o » respiración» en casi todos los idiomas europeos.
Hasta el siglo XVII no se introdujo una separación radical entre «alma» y «cuerpo». Todos los objetos físicos, también los cuerpos de los animales y los cuerpos humanos, fueron explicados como un proceso mecánico.
Pero el alma del hombre no podía formar parte de esa «maquinaria corporal». Una cuestión importante que quedaba por explicar era cómo algo «espiritual» podía poner en marcha un proceso mecánico.
En su libro «Discurso del Método» , Descartes plantea la cuestión de qué método debe emplear el filósofo cuando se dispone a solucionar un problema filosófico , pues las ciencias naturales ya tenían su nuevo método.
Descartes constata primero que no podemos considerar nada como verdad si no reconocemos claramente que lo es. Para conseguir esto puede que sea necesario dividir un problema complejo en cuartas partes parciales sea posible. Entonces se puede empezar por las ideas más sencillas. Podría decirse que cada idea tendrá que «medirse y pesarse» , más o menos como Galileo decía que todo tenía que medirse y que lo que no se podía medir tendría que hacerse medible. Descartes pensaba que la filosofía podía ir de lo simple a lo complejo. Así sería posible construir nuevos conocimientos. Al final había que hacer constantes recuentos y controles para poder asegurarse de que no se había omitido nada. Entonces, y no antes, puede ser alcanzable una conclusión filosófica.
Descartes quiso emplear el método matemático también en la reflexión filosófica. Quiso probar verdades filosóficas más o menos de la misma manera en la que se prueba un teorema matemático. También quiso emplear la misma herramienta que empleamos cuando trabajamos con números, es decir la razón. Pues solamente la razón nos proporciona conocimientos seguros. No resulta tan evidente que los sentidos sean de fiar.
Empezó por afirmar que como punto de partida se debe dudar de todo, porque no quería edificar su sistema filosófico sobre un fondo de arena.
No es que Descartes pensara que fuera razonable dudar de absolutamente todo, sino que en principio hay que dudar de todo. En primer lugar, no es del todo seguro que podamos continuar nuestra búsqueda filosófica leyendo a Platón o a Aristóteles , porque aunque ampliamos nuestros conocimientos históricos, no ampliamos nuestro conocimiento del mundo. Para Descartes resultaba imprescindible librarse de ideas viejas antes de comenzar su propia indagación filosófica.
Quería limitarse a utilizar exclusivamente material nuevo y fresco. Escribe Descartes «¿cómo puedes estar seguro de que tu vida entera no es un sueño?»
Había llegado a la conclusión de que estaba dudando de todo y que eso es lo único de lo que podía estar seguro. Y ahora se le ocurre algo. De algo sí puede estar totalmente seguro a pesar de todo: de que duda.
Pero, si duda, también tiene que ser seguro que piensa, y puesto que piensa tiene que ser seguro que es un sujeto que piensa. O, como él mismo lo expresa, «Cogito, ergo sum».
Pienso, luego existo.
De repente se concibe a sí mismo como un yo pensante. No sólo capta que es un yo pensante, sino que al mismo tiempo entiende que este yo pensante es más real que ese mundo físico que captamos con los sentidos.
Ahora Descartes se pregunta si hay algo más que reconoce con la misma seguridad intuitiva que lo de la existencia del yo como sujeto pensante. Llega a la conclusión de que también tiene una idea clara y definida de un «ser perfecto». Para Descartes es evidente que una idea como ésa no puede proceder de él, porque «la idea de un ser perfecto no puede venir de algo que es imperfecto. De modo que esta idea de un ser perfecto tiene que proceder de ese mismo ser perfecto, o con otras palabras, de Dios». En consecuencia, para Descartes resulta tan evidente que hay un Dios como que el que piensa es un ser pensante.
Muchos han señalado esto como el punto más débil de Descartes. Nosotros somos imperfectos, entonces no puede venir de nosotros la idea sobre lo perfecto. La idea de un Dios es, según Descartes, una idea innata , está impresa en nosotros desde que nacemos, de la «misma manera que el artista imprime su firma en la obra».
Descartes opinaba, como Sócrates y Platón, que hay una relación entre el pensamiento y la existencia. Cuanto más evidente resulte algo al pensamiento, tanto más segura es su existencia. Pero también la realidad exterior tiene algunas cualidades que podemos reconocer con la razón. Esas cualidades son las relaciones matemáticas, es decir, todo aquello que puede medirse como la longitud, la anchura y la profundidad. Esas cualidades «cuantitativas» son tan claras y evidentes para la razón como que yo soy un ser pensante. Por otra parte, las cualidades «cualitativas» como el color, el olor y el sabor, están relacionadas con nuestros sentidos y no describen realmente la realidad exterior.
Descartes invoca la «garantía de Dios» para que lo que reconocemos con nuestra razón también corresponda a algo real. Ahora ha llegado a la conclusión de que es un ser pensante, que existe un Dios y que además existe una realidad exterior. Pero la realidad exterior es esencialmente distinta a la realidad del pensamiento. Descartes ya puede constatar que hay dos formas distintas de realidad, o dos sustancias. Una sustancia es el pensamiento o «alma» , la otra es la extensión o «materia». El alma solamente es consciente , no ocupa lugar en el espacio y por ello tampoco puede dividirse en partes más pequeñas. La materia, sin embargo, solo tiene extensión, ocupa lugar en el espacio y siempre puede dividirse en partes cada vez más pequeñas, pero no es consciente. Según Descartes, las dos sustancias provienen de Dios, porque solo Dios existe independientemente de todo. Pero aunque tanto el «pensamiento» como la «extensión» provengan de Dios, las dos sustancias son totalmente independientes la una de la otra. El pensamiento es totalmente libre en relación con la materia, y viceversa; los procesos materiales también actúan totalmente independientes del pensamiento.
Decimos que Descartes es un dualista, es decir que realiza una clara bipartición entre la realidad espiritual y la realidad extensa.
Descartes llegaría a pensar que el hombre es un «ser dual», que piensa pero que también ocupa espacio; lo que significa que el hombre tiene un alma y al mismo tiempo un cuerpo extenso.
Según Descartes, el cuerpo humano es una pieza de mecánica. Pero el hombre también tiene un alma que puede actuar completamente libre en relación con el cuerpo. Los procesos corporales no tienen tal libertad, sino que siguen sus propias leyes. Pero lo que pensamos con la razón no ocurre en el cuerpo, sino en el alma, que está totalmente libre en relación con la realidad extensa. Opinaba que mientras el alma se encuentra en el cuerpo, está relacionada con éste mediante un órgano cerebral especial que él llamaba «glándula pineal», en la que se está realizando una continua alternancia entre «espíritu» y «materia». De esta forma, el alma se deja confundir constantemente por sentimientos y afectos relacionados con las necesidades del cuerpo. No obstante, el alma puede independizarse de esos impulsos «bajos» y actuar libremente en relación al cuerpo. La meta es que la razón se encargue del control. De ese modo el pensamiento tiene la capacidad de elevarse por encima de las necesidades del cuerpo y actuar «razonablemente». Afectos y sentimientos más bajos tales como el deseo y el odio están estrechamente relacionados con las funciones del cuerpo, y por ello con la realidad extensa.
En el siguiente artículo hablaremos sobre Spinoza.