Leonardo García Sanjuán es profesor Titular del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla y gran experto en el mundo megalítico; hoy este gran arqueólogo nos explica sus interesantes investigaciones.

 

-¿Cuáles son sus líneas de investigación actuales?

Leonardo García Sanjuán sostiene la Estela nº 2 de Almadén de la Plata durante una sesión fotográfica en el Museo Arqueológico de Sevilla en abril de 2006. Fotografía: Miguel Ángel Blanco de la Rubia.

Actualmente tengo dos líneas principales de trabajo. Una tiene que ver con el surgimiento de las primeras sociedades complejas en la Prehistoria Reciente de Iberia, el tema al que dediqué mi tesis doctoral. Esta línea de investigación se materializa muy especialmente en el gran asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción (Sevilla), en el que desde hace seis años venimos realizando estudios relativos a la demografía, producción económica, especialización artesanal, intercambio de materias primas y organización social. En 2013 se presentó la tesis doctoral de Marta Díaz-Zorita Bonilla, de la que fui director, y que supone un avance importante en el estudio bioarqueológico de las poblaciones del tercer milenio, y actualmente estoy co-dirigiendo las tesis de Miriam Luciañez Triviño, Sonia Robles Carrasco y Javier Escudero Pérez, que tratan, respectivamente, del trabajo del marfil, la antropología física y la arqueozoología de este complejo yacimiento calcolítico. Existe un importante debate al respecto de la complejidad social en la Edad del Cobre ibérica. En mi opinión las comunidades que ocuparon o frecuentaron Valencia en la Edad del Cobre podrían ser descritas como sociedades con un nivel de jerarquización intermedio (quizás alto en algún momento) pero con una fuerte base social e ideológica de corte comunalista que actuaba como freno a las tendencias hacia una mayor desigualdad social, quizás de tipo estratificación. Ciertamente, eran sociedades no estatales (o, si se prefiere, pre-estatales) aunque como digo hay colegas que piensan de forma diferente.
La segunda línea de investigación se centra en la dimensión paisajística del fenómeno megalítico. Este tema me ha permitido explorar y ampliar ideas que manejé en mi tesis doctoral en relación con la ‘arqueología espacial’ y la ‘arqueología del territorio’ en confluencia con las prácticas funerarias y los monumentos como lugares de gran significación en el tiempo y en el espacio. Actualmente, esta línea de investigación se materializa en el proyecto que desarrollamos en Antequera (Málaga), donde se encuentra uno de los paisajes megalíticos más originales de toda Europa. En 2006 realicé, junto con mi colega y amigo David W. Wheatley (Universidad de Southampton) unos primeros trabajos de campo que nos permitieron plantear una hipótesis sobre la relación visual y conceptual entre el dolmen de Menga y La Peña de los Enamorados, una montaña muy especial por el causado antropomorfismo de su silueta, y por su larga historia. Desde 2014 estamos llevando a cabo el proyecto ‘Naturaleza, Sociedad y Monumentalidad: Investigaciones Arqueológicas de Alta Resolución del Paisaje Megalítico de Antequera’, financiado por el Plan Nacional I+D del Gobierno de España, con el que estamos intentando contrastar esa hipótesis mediante un estudio más en profundidad de la cronología de los megalitos antequeranos y del sector de La Peña de los Enamorados al que ‘mira’ Menga.
Aparte, me gustaría mencionar el trabajo de estudio de estelas prehistóricas y protohistóricas que vengo desarrollando en los últimos años en colaboración con Marta Díaz-Guardamino Uribe (Universidad de Southampton). Me interesé por este tema tras el descubrimiento en 2005 y posterior estudio de las estelas de Almadén de la Plata (Sevilla). Recientemente hemos realizado estudios de las estelas de Mirasiviene (Sevilla), Montoro (Córdoba) y Almargen (Málaga), todos los cuales se encuentran en su fase final o pendientes de publicación. Las estelas representan un apasionante tema de investigación, pues aúnan diversos problemas, tanto de orden espacial y paisajístico, como de orden gráfico y plástico.

– ¿Qué características tenían las sociedades megalíticas en España, y cuál era el objetivo de edificar estos monumentos?

Interior del tholos de La Pastora (Valencina de la Concepción, Sevilla). Fotografía: Miguel Ángel Blanco

Aunque la cronología radiocarbónica es todavía bastante incierta, por lo que sabemos actualmente fue hacia finales del V milenio antes de nuestra (ANE) cuando empezó a extenderse de forma definitiva (al menos en el sur de España) la práctica de construir monumentos megalíticos. En esa etapa se inicia el periodo Neolítico Final, que se extendería entre aproximadamente 4200/4000 y 3200 cal ANE. Se trata de una etapa mal conocida, pero en la que claramente se dieron cambios sociales y económicos trascedentes. De entre ellos podemos destacar el abandono de los hábitats en cueva y la aparición de importantes asentamientos al aire libre (que en la primera fase del Neolítico habían sido por lo general pequeños y estacionales), aunque probablemente no del todo permanentes, ya que esta época parece haber una importante movilidad residencial, derivada de las limitaciones de la tecnología agrícola, que requería de la puesta en uso de nuevos suelos cada cierto tiempo. Junto con los asentamientos y lugares de actividad más o menos estables al aire libre comienzan a desarrollarse el fenómeno de los ‘recintos de fosos’, una categoría de sitio todavía poco investigada en España, pero que tiene el mayor interés, pues en ellos se constatan grandes inversiones de trabajo (los fosos) y, en algunos casos, una recurrente asociación con las prácticas funerarias y el culto a los antepasados. En el Neolítico Final también se consolida un salto cuantitativo importante en la ganadería, con la aparición de cabañas más importantes, lo cual se refleja en la creciente importancia que los animales domésticos (y a veces también los salvajes) van a tener en la esfera ideológica (depósitos estructurados con ofrendas de animales, enterramientos formales de animales, representaciones plásticas y gráficas. etc.). Esta fue la época de apogeo de las construcciones de ‘grandes piedras’, en la que se levantaron los mayores monumentos megalíticos conocidos en Iberia, como Menga, Viera, Alberite, Soto o Anta Grande de Zambujeiro. Los monumentos megalíticos fueron en esta época verdaderos focos de acción social, no simplemente tumbas. En ellos tenían un importante papel los restos materiales de los antepasados (probablemente de antepasados de especial relevancia), pero su significación social iba mucho más allá de lo meramente funerario, pues actuaban como escenarios para la dar respuesta a la constante dialéctica entre cohesión/agregación y competición/disgregación propia de las sociedades tribales, además de cómo lugares de referencia en la circulación de bienes y personas.
En la Edad del Cobre (c. 3200-2200 ANE) el fenómeno megalítico evolucionó. Muchos de los megalitos neolíticos siguieron estando en uso, pero los nuevos correspondían ya a lo que yo he denominado una ‘segunda tradición megalítica’ en la que el énfasis en las grandes piedras disminuyó, apareciendo nuevos conceptos y diseños arquitectónicos, entre los que destacan las cámaras circulares con techo en falsa cúpula (monumentos denominados tholoi). Obviamente esto está relacionado con los nuevos cambios sociales y económicos que se produjeron en esta nueva etapa, que fundamentalmente supone una intensificación de los procesos que se habían venido definiendo en el milenio precedente: crecimiento demográfico, sedentarización, mayor productividad agrícola y ganadera, creciente complejidad social (más jerarquización y competición entre unidades familiares y faccionales y entre individuos ambiciosos), renovada utilización de la monumentalidad como mecanismo para la negociación de las relaciones sociales e intensificación de las redes de contacto e intercambio a larga distancia.
Los dos mil años de apogeo del fenómeno megalítico en la península ibérica, entre finales del V y finales del III milenio son una etapa de intensa transformación de las sociedades locales, que crecieron en tamaño y complejidad. Ello básicamente supuso que por primera vez en la evolución la sociedad desborda a la familia o la unidad parental extensa (el clan) como marco de desarrollo de la experiencia humana.

– Una de las investigaciones arqueológicas más interesantes que ha realizado tiene como tema el paisaje megalítico de Antequera. Nos gustaría saber más sobre estas investigaciones.

Los monumentos megalíticos antequeranos conforman uno de los sitios más excepcionales y valiosos de la Prehistoria española. Para ponerlos en contexto, yo diría que los monumentos antequeranos son a los periodos Neolítico y Calcolítico lo que Atapuerca es al Paleolítico Inferior y Altamira al Paleolítico Superior.

Nivel de base de la Estructura 10.042 del Sector PP4-Montelirio del yacimiento de Valencina de la Concepción (Sevilla). Inhumación individual de individuo de sexo masculino con ajuares de sílex y marfil. Fotografía: José Peinado Cucarella.

Dicho esto, cuando en 2004 se inició la etapa más reciente en la gestión de este sitio por parte de la Junta de Andalucía, Bartolomé Ruiz González, su director, tuvo la amabilidad de invitarme a participar en la investigación del paisaje megalítico antequerano. A partir de esa invitación, actualmente estoy coordinando un proyecto titulado “Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria de Antequera” (2013-2018) en el que participan colegas de las universidades de Alcalá de Henares (Primitiva Bueno Ramírez y Rodrigo de Balbín Behrmann), Granada (Gonzalo Aranda Jiménez y José Antonio Lozano Rodríguez) y Southampton (David W. Wheatley y Marta Díaz-Guardamino-Uribe). Con este proyecto queremos, primero, sistematizar el registro empírico existente sobre los megalitos antequeranos a partir de excavaciones llevadas a cabo a finales del siglo XX y principios del XXI, pero que no ha sido estudiado ni publicado. Se trata de una tarea ingente, pues desgraciadamente, muchas de las excavaciones llevadas a cabo no han venido seguidas de los necesarios estudios post-excavación, y además Menga (y en menor medida Viera y El Romeral) fueron monumentos con larguísimas y complejas biografías, lo que supone que en ellos se pueden encontrar evidencias materiales de actividad neolítica… o de actividad medieval. De hecho en la actualidad estamos estudiando unas balas de 9 mm que fueron disparados en el atrio de Menga y que sospechamos tienen que ver con la violencia desatada tras la rebelión militar en julio de 1936. Por tanto, dado que Menga ha sido el espejo en el que se ha reflejado la historia de la vega de Antequera en los últimos 6000 años, tenemos un registro material abundante y diverso que estudiar y explicar.
En segundo lugar, queremos entender mejor las relaciones de los megalitos antequeranos con el territorio que los circunda, para poder desentrañar las claves de ese paisaje megalítico excepcional que se fue definiendo ya desde antes de la construcción, en el Neolítico Final. Para ello, una herramienta crucial es la cronología, por lo que estamos desarrollando un intenso programa de dataciones por OSL, TL, U/TH y C14 tanto en los megalitos como en otros sitios de la región (como Arroyo Saladillo, Huerta del Ciprés, la cueva de El Toro o Piedras Blancas I), para poder establecer la temporalidad en la que se enmarcaron con la mayor resolución posible. El otro eje del estudio paisajístico es la investigación que estamos llevando a cabo en La Peña de los Enamorados al objeto de entender exactamente cómo se explica el hecho de que el eje de simetría de Menga apunte a este lugar y no a la salida del sol, lo que constituye una anomalía importante en las pautas de orientación conocidas en el megalitismo ibérico. El estudio de campo que estamos llevando a cabo en el sitio de Piedras Blancas I y el abrigo con arte rupestre de Matacabras, en la cara Norte de La Peña de los Enamorados, demuestra que ahí hubo un importante foco de actividad en el Neolítico Final. Lo que ahora buscamos definir, mediante una excavación, es exactamente qué tipo de sitio era ese.

Dependiendo de los resultados que obtengamos, podremos dar respuestas a algunas de las preguntas más acuciantes que actualmente nos planteamos respecto a la biografía de este paisaje y los elementos que lo componen. Pero sin duda la investigación del paisaje megalítico antequerano necesitará aún de años para que vayamos disponiendo de un conocimiento científico cualificado. Por poner solo un ejemplo, en el tholos de El Romeral no se ha hecho nunca una excavación con métodos científicos modernos.

-Ud. utiliza métodos que no son destructivos, para sus investigaciones, ¿nos puede contar más acerca de esto?

Sonia Robles Carrasco y Virgina Fuentes Mateo estudian material óseo humano del Sector PP4-Montelirio del yacimiento de Valencina de la Concepción (Sevilla) en abril de 2013. Fotografía: Leonardo García Sanjuán.

Durante mucho tiempo la Arqueología fue sinónimo de excavación, pero esto ya no es así. La excavación es el método arqueológico más destructivo, pues al excavar se deben eliminar y sacar de su contexto original importantes evidencias materiales, tales como estratos, estructuras arquitectónicas o artefactos. Por supuesto los arqueólogos registramos y reproducimos de muchas formas la información durante el proceso de excavación y antes de que se pierda. Pero en la Arqueología actual existen gran cantidad de métodos que permiten estudiar yacimientos de forma mucho menos destructiva, tales como la prospección geofísica, la prospección de superficie, la geoarqueología, las técnicas de reproducción fotogramétrica, etc. Además el impresionante impacto de los métodos científicos (principalmente físico-químicos, pero también geológicos, biológicos o incluso médicos) en la investigación arqueológica moderna ha hecho que ahora los arqueólogos podamos obtener mucha información y muchos datos solo a partir de pequeñas excavaciones. La deontología profesional de la Arqueología moderna, por tanto, exige que la excavación sea solo empleada de una forma moderada y proporcional a las necesidades de cada proyecto de investigación, y no per se. A ello cabría añadir que excavar grandes extensiones de yacimientos puede ser una grave irresponsabilidad profesional, pues a menudo la cantidad de registro empírico obtenido es tan ingente que los/as propios/as excavadores/as se ven desbordados/as y al cabo de los años son incapaces de estudiar y publicar sus hallazgos. Esto ha ocurrido en importantes yacimientos de Andalucía, la región donde trabajo, y no debe volver a ocurrir en el futuro. Como profesor, intento inculcar a las futuras generaciones de arqueólogos y arqueólogas una noción sostenible de la práctica arqueológica de acuerdo con la cual solo se utilice la excavación allí donde sea estrictamente imprescindible, y con el compromiso ético estricto de estudiar y publicar todo lo que se haya excavado.

 

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