Óscar Andres Barrientos Bradasic es un novelista, poeta y profesor magallánico. Es uno de los escritores magallánicos con mayor proyección nacional.
Se tituló de Profesor de Castellano en la Universidad Austral de Chile. En la misma casa de Estudios obtuvo un Magíster en Filología, mención Literatura Hispánica. Posteriormente cursó un Doctorado en Educación en la Universidad de Salamanca.
En Valdivia perteneció al Grupo Mangosta y trabajó en la creación y difusión de la revista de literatura “Ciudad Circular”.
Ha publicado cinco libros de narrativa: La ira y la abundancia (Mosquito Editores, 1998), El diccionario de las veletas y otros relatos portuarios (Cuarto Propio, Santiago, 2003) Cuentos para muricélagos tristes (Cuarto Propio, 2004) Remoto navío con forma de ciudad (Cuarto Propio, 2007) y la novela El viento es un páis que se fue  (Das Kapital Ediciones, 2009), además de los libros de poesía Espadas y Tabernas (Ediciones Eolírica, 1988), Mi ropero es un mar sombrío (Ediciones Atelí, 1990) y Égloga de los cántaros sucios (El Kultrún, Valdivia, 2004). A fines del año 2011 publicó la novela  Quimera de Nariz Larga (Piedra de Sol Ediciones, Santiago).
Hoy en nuestro Magazine tenemos el gran placer de entrevistarle.
Buenos días Sr Barrientos, ante todo agradecerle su amabilidad por concedernos esta entrevista para nuestro Magazine.
Cuéntenos, ¿cuándo se dio cuenta de su gran pasión?
En el marco de una infancia lectora, donde encontré que los libros me entregaban posibilidades reveladoras de lenguaje. Primero en la novela de aventuras, el relato gótico o la ciencia ficción. Compartes las tristezas de Edmundo Dantés en el Castillo de IF, la pelea con el kraken de Gilliat, viajas con el capitán Nemo por las profundidades del océano, conspiras contra el cardenal Richileu junto a los mosqueteros del rey. La literatura te otorga esas vidas que no son tu vida, te ofrece la oportunidad de incorporarlas. Naturalmente después vienen otros autores, el boom latinoamericano, autores europeos contemporáneos, etc. Luego en la lectura de algunos poetas que me resultaron fundamentales como por ejemplo, Pablo de Rokha y más tarde Enrique Lihn. Te hablo de la etapa adolescente.
En ese momento la literatura opera como una máquina de redimir fantasmas y lentamente comienzas a armar tu biblioteca. Lo digo textualmente aludiendo a “armas”, colocas en tu zurrón esos libros que te ayudarán a subsistir en la estructura mítica del héroe, que no es otro que un escritor angustiado por expresar lo que le ocurre. Eso que suena tan campbelliano, es la rutina del escriba. En eso, en lo personal, consistió aprender este oficio. En el medio habrá tentativas utópicas, amores, frustraciones, melancolías profundas, sinsabores, amistades entrañables, lo que es vivir, en definitiva, lo que le pasa a todo el mundo. El vértigo de la escritura nunca sacia su sed.
Después el lenguaje literario se enhebra con el territorio que habitas y con la historicidad que te toca vivir. Somos hijos de una dictadura y de una democracia inconclusa, de un pacto, por no decir en algunos momentos de un fraude. Ese factor (como generación) nos hizo sospechar del lenguaje. Es decir, cuando cantamos también dudamos y en esa incertidumbre radica el pensamiento crítico que nutre sectores importantes de la literatura que hemos escrito.
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Oscar Barrientos
 
– ¿Cómo definiría su escritura?
Mi escritura se propone unificar tradiciones tan distantes como la novela marinera o el surrealismo. Allí, es donde el relato no sólo cumple la misión básica de contar una historia sino que también asume lenguajes experimentales. A veces juego con esas posibilidades, por ejemplo, qué habría ocurrido si KurtVonnegut hubiese escrito “Los viajes de Gulliver”. No sé, hay tanto en común entre Coloane y Vian cuando el ejercicio escritural no se convierte en algo que anula las diferencias, sino que las traduce y confronta. De ahí que el escritor conjugue las veces de testigo y amanuense o es quizás un comentarista deportivo que narra la contienda de “Vale todo” entre un gigante y un molino de viento. Los planos se despeinan y se desdibujan, allí surge el hecho estético para mí.Entonces aparece el velero en la botella que también navega mares reales, porque real es todo aquello que logra hacernos sentido. Tiendo a creer que los temas más políticos pueden ingresar en el contexto de un cuento de hadas. Y por cierto mi narrativa está muy ligada a la poesía. Siento que toda mi literatura está atravesada por una gran tristeza, incluso en sus momentos más jocosos, más paródicos. Es una risa sin alegría, un nudo gordiano que no quiere disolverse, que rehúye la espada de Alejandro Magno.
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– ¿Cómo fue la sensación de escribir su primer libro, y empezar a la vez este gran camino que le llevaría donde está en la actualidad?
Una sensación bella y vergonzosa a la vez. Es como ver las fotos cuando uno era más joven, hay ternura y nostalgia por el aplomo de la juventud pero el tiempo castiga y ridiculiza la pretensión. Es un paso necesario ese primer libro, un veranito de San Juan, una fiesta de la Primavera que te entrega el oficio. Después vienen batallas más soberbias, sobre todo con uno mismo. En todo caso, me siento muy, pero muy lejos de ser un autor consagrado en el sentido que tiene esa palabra sin sentido. Amateurismo, uñas sucias y las velas siempre al tope, como Simbad evadiendo la ola.
– ¿Cómo es escribir desde la Patagonia, qué ventajas le ha ofrecido?
La lejanía de los grandes centros de divulgación, el aislamiento y la pésima distribución del capital cultural en un país tan centralista como Chile constituye un problema cardinal. Ahora, hemos ido creando nuestros espacios, forjando nuestros referentes críticos, dialogando no solo con la capital de Chile, sino con otras latitudes, con otras poéticas. Pertenezco a un colectivo de escritores que se llama Pueblos Abandonados y que hemos sistematizado formas de resignificar los territorios que el canon olvidó. Naturalmente con contracultura y sentido del humor, pero con guantes de box, ya que sectores importantes y poderosos de Chile son clasistas y aborrecen la participación de la gente, invisibilizan e infantilizan a las regiones reduciéndolas a una autoctonía ramplona, deshistorizada, todo esto con una falsa piedad, le temen a la idea de un estado plurinacional, en otras palabras, promueven el pensamiento único, la inmovilidad, los privilegios de un modelo excluyente a todas luces. También participo en el Centro Cultural La Idea que ha abierto la cultura a la ciudad, recuperando la historia de los trabajadores de la región y parafraseando a Celaya forjando “armas cargadas de futuro”. Ahora, la Patagonia que Gabriela Mistral definía como un “trópico frío” es una noción que te invita a mitificar la gesta heroica de habitarla y también su prodigio, que se emplacen ciudades en lugares donde el viento y la nieve parecen gobernar despóticamente todo es algo entre prometeico y nietzscheano. Eso no quiere decir que la única vía de entender literariamente el territorio sea la glorificación del pionero, el estanciero o los paisajes, vendiendo un souvenir bastante reaccionario de nuestra confusa identidad. El pintoresquismo es simplificador y fofo. Me inclino por dar cuenta de una Patagonia urbana e infrecuente.
– Un icono muy significativo es Puerto Peregrino, ¿cómo surge este lugar y qué representa?
Puerto Peregrino es Punta Arenas, o al menos una alegoría. Una ciudad que conserva la monumentalidad arquitectónica a la par de su marginalidad geográfica. También he ido agregando trozos de algunas ciudades muy ajenas a Punta Arenas como Valdivia, Zagreb, La Habana, Salamanca, Puebla, Lisboa. De todos esos lugares he llevado tierra en los bolsillos y he viajado de vuelta a mi ciudad como Drácula atravesando el estrecho del Bósforo, pero para llegar al estrecho de Magallanes. Puerto Peregrino combina, para mí, tanto el asombro como la nostalgia.
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– Háblenos también de Aníbal Saratoga, protagonista de sus narraciones, ¿cómo lo definiría?
Saratoga apareció en mis primeros cuentos como una suerte de confidente del narrador y acompañante de aventuras excéntricas, delirantes, rayanas en el halo desencajado de los sueños. Es un personaje visitante de bares, seguidor de bibliografías ignotas y en alguna medida se trata de una suerte de caballero romántico del siglo XIX anclado en una modernidad agresiva. Luego he hecho tres novelas donde el protagonista es él y oficia como escudero de empresas imposibles, por el puro gusto de evidenciar con su vida la derrota del arte por traducir verdades eternas.

– ¿De dónde provienen sus ciudades misteriosas y esos mundos imaginarios?

De mis mundos interiores que están impregnados por la sal de los océanos literarios y por las olas hinchadas del estrecho de Magallanes.
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– El Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar 2015, le fue otorgado por el cuento “Quillas como espadas”. Cuéntenos, ¿cómo surgió éste interesante cuento?
Surgió a raíz de un viaje que hice a la Antártica en el marco de una residencia artística. Fue ingresar a un mundo donde cualquier intento de descripción deja las palabras heridas de muerte. Tus ojos en esa inmensidad, en esas catedrales de hielo, ven los mismos parajes que surcaron navegantes trágicos, loberos, balleneros, toda una naturaleza agreste que amenaza con la tentativa de cualquier empresa humana por doblegar los elementos. Los barcos rompehielos tienen quillas como sables que cercenan los hielos antárticos.
Ese cuento ganó el premio Julio Cortázar que patrocinan El Centro Cultural Dulce María Loaynaz, La Casa de las Américas y el Gobierno Argentino. Pero de manera especial, porque el reconocimiento viene desde Cuba, de un país que hizo tanto por la autoestima de Latinoamérica.
– En el año 2007 fue invitado a la FILVEN (Feria Internacional del Libro de Venezuela) donde participó en la Mesa de Literatura Fantástica, ¿cómo fue esa experiencia?
Sin duda que maravillosa. Dicho sea de paso, Venezuela es un país que yo quiero mucho. Estuve en dos oportunidades y realicé un brindis silencioso con el busto de Rómulo Gallegos. Aquel año, el lema de la Feria “Estados Unidos, una revolución posible”. El esfuerzo cultural del gobierno bolivariano me pareció asombroso.
– «El viento es un país que se fue», es una novela que va más allá de un contexto epocal o histórico, explíquenos, ¿cómo fue el proceso de su desarrollo y cómo definiría esta novela a nuestros lectores?
Le tengo un particular cariño a “El viento es un país que se fue”, por tratarse de mi primera novela. Mi primo, el periodista y músico Rafael Cheuquelaf, me contó que en unas islas sub-antárticas de posesión francesa llamadas Kerguelen existió a finales del siglo XIX una república de balleneros. Una especie de cofradía que repartía sus riquezas como una Hermandad de la Costa, pero en mares gélidos e insondables. Naturalmente hice algunas averiguaciones, pero opté por soñar esa república más que por documentarla, porque creo que las utopías siguen siendo el objetivo del viaje, aunque fracasen, la causa de la utopía siempre es infinita y nadie, ni la propia realidad, podrá arrebatarnos aquello. De esta manera, el poeta Aníbal Saratoga se embarca junto al Cónsul de la República de Kerguelen rumbo a esa isla donde el tiempo histórico hegemónico no llegó. La editorial Das Kapital sacó dos ediciones y también se tradujo al croata.
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– Ud ha ganado varios premios a lo largo de su trayectoria, ¿hay alguno que lo recuerde con mayor emoción, o tenga un mayor significado para Ud?
Todos los premios significan un reconocimiento y un gesto de cariño al oficio que uno agradece a la vida. No hay que creer que los premios solucionan el frenesí y el vértigo de la escritura. He visto a mucho escritor envanecerse de esas cosas, con una airecitos de pavo real que ya vieras. Simplemente se agradece que la gente y algunas instituciones valoren el trabajo que uno desarrolle. Me siento orgulloso de haber recibido premios que llevan nombres de dos escritores que admiro mucho: Francisco Coloane y Julio Cortázar.
– ¿Tiene en mente futuras publicaciones?
Hay algunos proyectos que vienen. En junio debiera salir una novela y estoy preparando con lentitud un libro de cuentos.
– Ud ha presentado sus trabajos en España, Cuba y Argentina. ¿Volveremos a verle por España en la presentación de sus futuras obras?
Me encantaría volver a España, país donde viví algún tiempo. Ya quisiera irme con Saratoga a recorrer nuevamente los bares de Salamanca.
Señor Barrientos ha sido un placer y de nuevo muchas gracias por dedicarnos su tiempo. Esperamos verle pronto y le deseamos muchos más éxitos profesionales.

Un gran abrazo a todos los que leen y escriben.