Jaime Quezada es poeta, ensayista y crítico literario, con una amplia contribución a la difusión de poetas latinoamericanos y chilenos. Actualmente es presidente de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral.

Hoy nos acompaña para hablarnos sobre sus obras y sus proyectos.

Buenos días poeta Jaime Quezada, le agradecemos que nos haya concedido esta entrevista personal para nuestro Magazine.

¿Recuerda en qué momento decidió dedicarse a la escritura?

Creo que desde muy temprano, cuando tomé conciencia de lo que significaba una labor literaria personal, creo que ese interés vino temprano en mí, tenía interés por los libros, por la literatura y un afán por escribir, que me entusiasmaba y me motivaba, quería contar mis propias historias personales emotivas sentimentales y muy tocadas por el corazón, era un acercamiento en ir adquiriendo conciencia y en el respeto por la literatura, me acercaba al idioma, a la lengua, al cuidado de la escritura.

¿Quiénes fueron sus principales referentes para escribir?

Debo citar principalmente a mi padre, a mi mundo familiar, la pequeña biblioteca de casa que me motivaba, no eran libros infantiles, eran libros de poesía e historia. El tener libros para mí era un misterio que me alegraba mucho, esto tenía su aporte con los profesores en primaria como en secundaria, donde encontré profesores no solo de castellano sino de otros cursos. Siempre encontré una motivación, y después vendrán referentes de autores, que me van a interesar autores vivos presentes, poetas mayores, con el que uno va teniendo una relación y una experiencia personal en relación con la escritura.

A los 21 años Ud. escribió su primer poema. ¿Sobre qué hablaba, y qué le inspiró para escribirlo?

Esto es una manera metafórica de decirlo, porque es como decir que llegué a la edad mayor a esa edad. En Chile por aquel tiempo uno era mayor a los 21 años, y cuando llegas a esa edad te sientes independiente con otras facultades o crees que las vas a tener. Coincidió un primer poema mío, que ganó un concurso, quizá lo escribí motivado por ese concurso, y como venía escribiendo de antes, gané ese premio y coincidió que cumplí los 21 años, simbólicamente le atribuyo esa característica, pero a su vez es un poema muy principiante, el inicio de un interés. No sé dónde está ese poema hoy en día, pero recuerdo que ese poema tenía elementos que voy a desarrollar posteriormente, elementos cotidianos familiares, de elementos que te rodean o naturaleza, motivos que me importaban, alguna referencia emotiva que estuviera también presente.

Ud. publicó su primer poemario, Poemas de las cosas olvidadas, en 1965. ¿Nos puede hablar sobre él?

Se publicó en 1965 cuando yo estudiaba derecho, en la Universidad de Concepción, y se me dio la oportunidad de la publicación de un libro, gracias a un poeta chileno Jorge Teillier, era director de una revista llamada Orfeo, que estimulaba a los escritores principiantes. Entonces él conoció unos poemas míos y me dijo “hagamos un libro con tus poemas con el sello de la revista Orfeo”, así que le envié el poemario que se llamaba “Poema de las cosas olvidadas” que hoy en día me parece un título ridículo, que tuvo bastante presencia crítica. Es curioso por ser un primer libro de un poeta imberbe barbilampiño, eso me estimuló, que la prensa y la cítrica de esa época se hayan preocupado de este pequeño libro. Yo no lo considero un pecado de juventud como muchos autores que reniegan de su primer libro, yo no tengo esa actitud negativa ante ese libro, al revés, fue la llama para iniciar mi proceso literario, porque era un libro de cosas menudas, de ahí su nombre.

En 1965 también fundó Arúspice, una revista literaria chilena, que funcionó hasta 1968. Alcanzó a publicar ocho números. ¿A qué hace referencia el nombre de la revista?

Yo era estudiante en Concepción en una época en la que se estimulaba mucho al estudiante, teníamos un grupo literario que a su vez estudiaban otras disciplinas, y formamos una revista para darnos a conocer a través de nuestros poemas y escrituras, y buscando algún nombre de la revista y mirando un nombre en el diccionario encontramos la palabra arúspice. Mirando su definición eran aquellos sacerdotes que observando vísceras de los animales o el vuelo de los pájaros, veían el futuro, eran como los augures de lo que podía venir y no se dictaban normas o leyes si no se les consultaba. Nos pareció llamativo ese término aparte del mito mismo que tiene, nos pareció una palabra estimulante, seamos nosotros los augures desde el punto de visto de la literatura, de los poetas por venir, por eso le dimos ese título, y tuvo todo el apoyo de la Universidad.

¿Cuál era su función y su objetivo?

El sentido central de la revista es darnos a conocer los poetas y escritores, no solo los que estábamos estudiando, como jóvenes estudiantes universitarios, sino que también teníamos contacto con otros poetas. Pluralmente era una revista amplia.

¿Qué tipo de trabajos de poetas se publicaban en la revista?

Fundamentalmente poemas de los autores jóvenes y mayores, como Nicanor Parras, Gonzalo Rojas y escritores extranjeros. También publicábamos breves ensayos sobre la literatura escrita por estudiosos, así que había poesía sobre literatura, tanto chilena como latinoamericana.

Uno de los premios que le concedieron fue el premio Baltasar Castro de la Sociedad de Escritores de Chile. ¿Qué significó para Ud.?

En realidad un par de años antes había ganado otro premio, que también había organizado la Universidad de Chile, llamado Premio Alerce de Poesía en el año ’67. Lo gané con un libro propio que se llama “La Palabra del Fabulador” y lo publicó la misma editorial de la Universidad de Chile. Ese premio fue muy importante, primero por las características que tenía como premio y que, además del estímulo monetario, era la publicación del libro que para uno era fundamental, por tanto fue muy significativo y relevante para un autor que recién estaba dándose a conocer. Así que poéticamente mi primer libro es “Las palabras del fabulador” porque ya había tomado conciencia de un acercamiento mayor a la poesía puesto que ya hay un rigor en su escritura y temática que es lo que también me importaba. Es un libro que quiero mucho y que desapareció prontamente después de su publicación, siendo un libro muy difícil de encontrar. Sin embargo el año pasado un grupo editorial rescató ese libro y lo volvieron a publicar.
Posteriormente vendría el premio Baltasar Castro que también era muy significativo en lo económico para la época, de tal manera que participaron todos los poetas Chilenos y sobre todo porque era el premio más alto, económicamente hablando, que se había dado en Chile. Pero mi motivación no era tanto lo económico, sino la oportunidad de darse a conocer. Afortunadamente con ambos premios tuve la posibilidad de adquirir una máquina de escribir, la oportunidad de publicar un libro y viajar por América.

Después de eso emprendió un viaje por América Central y México. ¿Cómo desarrolló allí su escritura?

Esa fue una etapa de mi vida muy fundamental y vivencial, porque gracias a ese premio tuve la posibilidad de viajar por todo América, pero fundamentalmente me interesaba llegar a la selva de Nicaragua, porque allí vivía un poeta muy importante y conocido, que es Ernesto Cardenal; quien es un poeta monje y por ese entonces ya había escrito muchos poemas interesantes. Me quedé viviendo un tiempo largo en su comunidad y fue para mí una etapa muy formativa en lo literario, geográfico, histórico, político y religioso; todos ellos fueron creando valores que fueron muy reveladores para mí. Posteriormente viajé a México y fue otra experiencia impresionante, incorporándome fácil y rápidamente a la vida cultural y literaria. Gané una beca para ser alumno del taller de escritura de la Universidad Nacional de México, abriéndome muchas puertas, escribiendo en periódicos con lo cual me estaba ganando la vida. Viví en la casa de los padres de Roberto Bolaños, quienes son ahora grandes amigos. Por tanto fue una experiencia importante que me tuvo ausente de Chile por un largo periodo, pero esos viajes contribuyeron mucho a mi escritura y a fomentar aún más mi interés por ella.

Entre 1989 y 1991 fue presidente de la Sociedad de Escritores de Chile. ¿Cómo vivió esa experiencia?

Fue una experiencia fundamental el hecho de haber llegado a ser presidente de la única institución de los escritores chilenos, institución de la cual nuestros grandes escritores han sido presidentes, como por ejemplo Pablo Neruda. Entonces era un orgullo llegar a ser presidente de aquella institución. Mi temporada fue muy compleja porque es el último año de la dictadura en Chile y siempre estuvo en la mira del gobierno. También fue un periodo en el que me tocó reincorporar a la Sociedad de Escritores de Chile, SECH, en su misma sociedad, siendo una tarea interesante por el apoyo y relación que hubo siempre con los escritores, entonces era el único centro donde existía este acercamiento permanente de mutua tarea con todos y con una gran voluntad de trabajo, ayudando a regresar a varios escritores que estaban en el exilio a una institución que había tenido y sigue teniendo un prestigio como tal.

Además Ud. es presidente de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral. Nos gustaría saber más acerca de esta Fundación, su organización y sus funciones.

Seguro debes haber escuchado que muchos me dicen que soy un experto en Gabriela Mistral, la verdad es que soy un lector atento a la vida y la obra de Gabriela Mistral. Siendo ella un premio nobel de literatura, no tenía en Chile ninguna fundación, fue por ello que con un grupo de escritores y académicos, así como gente interesada en su obra, creamos y fundamos esta institución, la cual es una fundación de derecho privado y sin fines de lucro, con el afán central de hacerla conocer mucho más. Esta organización tiene la característica de difundir y dar a conocer la obra de Gabriela Mistral, sobre todo desde muy abajo, motivando a los estudiantes el interés por la lectura de esta mujer realmente notable, tanto en su poesía como su prosa.

Ud. ha editado varios libros de Gabriela Mistral y Pablo Neruda. ¿Qué opina sobre sus obras?

Un escritor o un poeta tiene cierto interés mayor por un autor que le interese, pero todos ellos tienen una relación y conocimiento de toda la literatura. Mi interés ha estado más cerca primero por Gabriela Mistral, puesto que al inicio las editoriales Chilenas no publicaban sus obras y eso me hizo dar cuenta a una mujer extraordinaria, quien fuera premio nobel de literatura en el año ’45. Sus libros “Desolación” y su libro “Ternura”, que es un libro maravilloso y el libro “Tala”, donde está la materia central de su obra, pero también su escritura prosista, donde está su pensamiento literario e ideológico, que me hace pensar en ella como una mujer visionaria del sigo XX con proyección hacia el siglo XXl. Por eso fui rescatándola a través de antologías, de libros que recogen su prosa, publicada tanto dentro como fuera de Chile, así como el libro que tenemos ahora que se llama “Gabriela Mistral, bendita mi lengua sea” es una recopilación de muchos textos autobiográficos escritos por ella, los cuales he reordenado dándole un carácter como de biografía. En el caso de Neruda, él ha tenido mucha posibilidad de publicación, sus obras están en todas partes y ha tenido muchos estudiosos quienes han rescatado todas sus obras. Neruda tiene su lugar, lo que Gabriela Mistral no lo tenía, pero ahora lo está teniendo.

¿Hay alguna obra suya que tenga más significado para Ud. o le tenga más aprecio?

En general, tengo un gran aprecio tanto por mi propia obra de escritura poética, como también por aquellos libros que son de otros autores, pero que han sido preparados por mí. En lo personal soy de muy poca obra poética, no escribo libro tras libro como otros autores, por el contrario soy algo lento para escribir poesía, maduro mucho un poema. Por eso, desde el punto de vista poético, sólo tengo cuatro o cinco libros y estimo cada uno de ellos. Hay un libro mío que se llama “Huerfanías”, que creo que podría ser mi libro mayor dentro de la poesía por los temas que hay dentro y que fue escrito durante la dictadura, siendo ese libro mi salvación como espíritu y alma, pero en general no podría ser desleal con los otros libros que están en uno permanentemente. Así mismo con los libros que escribí para otros autores, que son tan propios también.

¿Cómo se inspira  para crear sus obras?

En lo personal, no creo en la inspiración. Para mí la inspiración sería la motivación a escribir, existiendo siempre esta motivación cuando ya hay un oficio o disciplina por la literatura que no lo deja a veces a uno tranquilo. Entonces una persona puede estar haciendo cualquier actividad cotidiana y es ahí donde aparece algo que va a ser material para su poema o escritura. Por tanto los referentes que uno puede tener son muchos, como por ejemplo las lecturas de Julio Cortázar, donde puede aparecer una frase que me queda marcada o las propias vivencias y desde ahí va saliendo una escritura o un poema, que puede ser escrita en cualquier papel que tengas a la mano. Lo otro sería el interés que tiene uno por un autor específico, en mi caso por Gabriela Mistral que se utilizan como fuentes de apoyo e investigación a su vez para preparar o escribir un libro sobre otros autores.

¿Cómo definiría su obra poética y su evolución como escritor?

De alguna manera todo lo que hemos conversado va definiendo mi obra poética, de mucha sencillez, cuyos temas han sido basados en el entorno familiar y el espíritu religioso desde el punto de vista del sentido de amor al prójimo, sin caer en situaciones teológicas, pero las cosas cotidianas fundamentalmente y con cierta proyección histórica con una mirada muy contemporánea a los tiempos de hoy, siendo una mirada social, ideológica y comprometida en ese plano; sentir un poco el rumor del mundo en la poesía.

Don Jaime ha sido muy amable y todo un placer haberle conocido, esperamos seguir en contacto con Ud. para saber más acerca de sus próximas obras y futuros eventos.

Antes de despedirse, ofrece a nuestros lectores un pequeño recital de un poema, El amor se burla del fin del mundo.